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¿Hambre fisiológica o emocional?

Interpreta las señales

¿Sabías que la forma de alimentarte varía en función de tus sentimientos, o que muchas veces el apetito va o viene dependiendo de tu estado anímico más que de una sensación física? Descubre si comes para recuperar energías o suplir carencias.

Mark Twain, el connotado escritor estadounidense, decía que el hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir. Una premisa que se cumple a cabalidad si de apetito compulsivo se trata. Y es que como afirma la psicóloga Isabel Menéndez en su libro “Alimentación emocional”, las luchas internas con frecuencia son acalladas a base de llenarse la boca de comida, para de esta forma no pronunciar palabras o sentimientos no verbalizados. Una visión que comparte la psicoanalista Savelle-Rocklin al afirmar que, “muchas veces recurrir a la comida puede ser un intento de llenar un vacío interior, suplir el aburrimiento, la frustración o, incluso, la impotencia, transformándose en un premio de consuelo o recompensa”.

Así, y acorde a variadas investigaciones, el estado anímico influye en la manera de alimentarse, convirtiéndose en el refugio más cercano para generar una sensación de bienestar. Por algo, el vínculo comida-emociones se inicia desde el instante mismo en que el ser humano nace, haciendo que la leche materna permita su sobrevivencia y, al mismo tiempo, le brinde seguridad.

Distingue antes de comer

Para saber si estás comiendo por gula o requerimientos de nutrientes, aprende a identificar las diferencias.

  • Ten presente que el hambre emocional aparece repentinamente y es urgente, en tanto el fisiológico es paulatino y gradual.
  • El hambre emocional requiere alimentos específicos, por ejemplo, carbohidratos o productos altos en grasa, en cambio el fisiológico está abierto a una gama de alternativas y en los horarios correspondientes.
  • El hambre emocional no satisface a plenitud y muchas veces provoca sentimientos negativos o de culpa al acabarse, el fisiológico brinda una sensación de saciedad.

 

Gestiona tus impulsos

Para restringir tus deseos de comer compulsivamente, pon en práctica los siguientes consejos.

  • Conserva tu mente ocupada y evita el hambre emocional distrayéndote con actividades como pintar, hablar con los amigos, leer, caminar o meditar.
  • Haz ejercicio para reducir tu ansiedad al menos 30 minutos diarios.
  • Cuida tu higiene del sueño.
  • Planifica tu ida al supermercado y el menú semanal para controlar la alimentación impulsiva y los antojos.
  • Genera una nueva relación con la comida, descifrando tus emociones y analizando las causas de tu hambre.
  • Sigue una dieta equilibrada y saludable y evita los platos hipercalóricos o las dietas milagrosas.
  • Sé consciente de lo que comes: mastica de forma lenta cada bocado, siente su olor, sabor y textura.
  • Si experimentas ansiedad, mantente hidratado, bebiendo agua en abundancia e infusiones de té negro o rooibos para calmar las ansias.
  • Cuando sientas hambre excesiva, engaña a tu mente con alimentos como frutas, yogurt natural, queso fresco o palitos de verduras.
¡Devórate estos libros!
Maneja tu forma de comer, leyendo estas sugerencias.

  • “Comer atentos: guía para redescubrir una relación sana con los alimentos”, de Jan Chozen Bays.
  • “Adiós al hambre emocional” de Laila Solé.
  • “Nutrición emocional” de Fran Sabal.
  • “De qué tienes hambre”, de Deepak Chopra.

Comer emocionalmente no debe perdurar en el tiempo, pues puede provocar trastornos de conducta alimentaria, cuadros ansiosos o depresivos, problemas en la resolución de conflictos e, incluso, aislamiento social.